La vida es un camino lleno de obstáculos, de barreras y de caídas. Y en esos momentos en los que el mundo se viene encima, encontrar un hombro donde apoyarse, se vuelve más difícil que nunca
En pocas ocasiones en su vida se ha sentido arropado por sus amigos. Nunca ha sabido exactamente qué es, si el problema es suyo o si es una mera percepción de unos ojos que miran hacia el lugar inadecuado. Son pensamientos de madrugada que llenan su mente de interrogantes cada vez que el sueño no parece llamarle y la cajetilla de tabaco de la mesilla se ha quedado sin cigarrillos.
Es como un vacío que tiene dentro desde siempre y que ha logrado llenar en tan pocas ocasiones, que se esfuman entre los dedos nada más empezar a contarlas. Otra pregunta sin respuesta, una incógnita más para resolver en su interminable lista de notas del móvil.
Ver a sus amigos irse sin tan siquiera decir adiós, cómo el móvil de repente deja de sonar y estar solo se convierte en habitual. Le han dejado ir. Es como si no ya estuviera en el mundo, como si el tiempo hubiera provocado en su entorno un olvido inexplicable. Primero dejan de preocuparse por él y más tarde, pasan por inadvertida su fecha de cumpleaños. Lo que para unos es un pequeño descuido sin importancia, para otros es un detalle que marca una amistad.

Sentir que sobra en cada sitio, que no se integra, que no es parte de ese grupo, que es tan prescindible como una camiseta que no cabe en el cajón y se deja tirada en la silla del escritorio. Ese saber que si se va no pasa nada y si se queda tampoco, que lo que sucede no va él, que estorba solo con su mera presencia. Es algo tan desolador, que en ocasiones se siente invisible.
Muchos días piensa que ya se ha acostumbrado, que nada le puede hacer daño. Pero cada vez que vuelve a pasar, es como si un puñal le atravesara el estómago por dentro. Lo disimula con gentileza, pero lo sufre con un dolor insoportable. Se esfuerza por no pensar mucho en ello, por continuar con su vida disfrutando de los pequeños detalles que le da la soledad, pero es entrar a Instagram y el mundo se le viene abajo como un castillo de naipes.
A veces algo tan simple como un abrazo resulta tan importante y un te quiero tan necesario, que solo aquellos que afortunadamente pueden vivirlo cada día, tienen el privilegio de no disfrutarlos.