Los problemas que asolan a la sociedad actual nos hacen cuestionarnos si el rumbo que estamos tomando es el correcto o no
Veridis Quo es uno de los singles más escuchados del álbum Discovery de Daft Punk. Pese a la sencillez musical de la canción, siempre me maravilló. Aun así, nunca entendí el significado del título, así que decidí buscarlo.
Al parecer, es un juego de palabras que viene de la locución latina quo vadis (¿A dónde vas? en español), famosa por el pasaje bíblico donde Pedro se encuentra con Jesús, justo cuando el apóstol huye de Roma por las persecuciones religiosas. San Pedro le pregunta a Cristo hacia dónde se dirige, lo que cambia por completo la decisión del discípulo de abandonar Roma (la frase original es Quo Vadis, Domine?).
Más allá del carácter anecdótico de la canción de Daft Punk y la decisión de San Pedro, lo cierto es que nos encontramos en un momento donde la pregunta Quo Vadis resuena con fuerza en nuestro día a día. Estamos asistiendo a una escalada de violencia internacional en todo el globo. Los ejemplos son numerosos: el genocidio de la población gazatí o los diferentes conflictos en Ucrania, Oriente Medio o África entre otros.
Los romanos plantearon la concepción lineal del tiempo; es decir, la humanidad avanzaba hacia un destino. Con el paso de los siglos, el argumento seguía manteniéndose infranqueable ya que la calidad de vida mejoraba poco a poco. Además, las diferentes ramas del saber progresaban rápidamente. Y llegamos al siglo XIX, que supuso la victoria «definitiva» de las ciencias experimentales.
Por entonces, los científicos creían que gracias al poder absoluto de las ciencias, lograríamos acabar con los males del mundo. Sin embargo, el siglo XX y las dos guerras mundiales terminarían por derrumbar el positivismo científico que abogaba por el progreso como respuesta a los problemas de la sociedad.
Lejos queda aquel 24 de octubre de 1945, cuando creíamos que con la creación de la ONU se pondría fin a las guerras. Claro que, después del atroz Holocausto y la sangrienta II Guerra Mundial, la humanidad parecía haber aprendido la lección. No tendría que pasar mucho tiempo para demostrar lo contrario.
Es evidente que el desarrollo de la tecnología y la ciencia han conseguido mejorar considerablemente nuestras vidas. Como por ejemplo, avances en sanidad o comunicación. No obstante, no podemos hablar de progreso si paralelamente no se produce una evolución en las cuestiones de libertad o derechos humanos. Todos estamos de acuerdo en que los drones son un invento muy útil para distintos fines. Del mismo modo, coincidimos en que es deplorable usarlos para bombardear barcos con ayuda humanitaria. Quizás deberíamos replantearnos qué entendemos por progreso, para esclarecer hacia dónde nos estamos dirigiendo.
Es difícil predecir el futuro de nuestra sociedad; sin embargo, sí podemos afirmar que actualmente los principios éticos y morales han perdido la fuerza que deberían de tener para lograr una sociedad más humana. Desgraciadamente, las reglas del mundo actual se rigen en base a la ley del más fuerte.
Esto no parece una situación que vaya a cambiar a corto plazo, pues la debilitación de las democracias en detrimento de regímenes con menos espacios para el diálogo, dificulta gravemente el margen de actuación colectiva. Aunque no todo está perdido.
Es verdad que no es factible cambiar el panorama de la sociedad de arriba a abajo, pero con ciertas acciones diarias podríamos revertirlo lentamente. En primer lugar, aunque a día de hoy las redes sociales tengan la etiqueta de «herramientas imprescindibles», sería conveniente revisar cómo hacemos uso de ellas. Es una realidad que estas nos imponen un ritmo frenético que marca el tempo de nuestras agitadas vidas. En consecuencia, en muchas ocasiones no tenemos tiempo para reflexionar sobre la presente situación.
En segundo lugar, pese a que la democracia tenga sus fallas, es el único sistema político que, hasta la fecha, ha garantizado los derechos del individuo. Por eso, ejerzamos los recursos democráticos que esta nos ofrece. Denunciemos las injusticias, reafirmemos la importancia de los valores morales y protestemos contra las barbaries inhumanas.
Por último, una de nuestras asignaturas pendientes: el desarrollo del pensamiento crítico. Hoy en día, recibimos continuamente fragmentos de información que no llegamos a asimilar correctamente. De este modo, no conseguimos procesar críticamente el bombardeo de noticias al que estamos expuestos.
Aunque a lo mejor la solución sea algo más simple. Al igual que San Pedro, tan solo con preguntar al otro hacia dónde vas, nos demos cuenta de que quizás el camino que estamos tomando no es el más indicado.

