Las pirámides de Guiza son el nuevo parque de bolas de MrBeast. Como quien alquila una tienda de campaña en un albergue, el multimillonario youtuber ha rentado por 100 horas los sepulcros faraónicos más emblemáticos de la historia.
Es prácticamente una misión bíblica. Una legión de 100.00 esclavos egipcios se dejan la piel edificando toneladas de piedra como culto a sus decrépitos faraones. Miles de años después, el profeta de YouTube y su equipo son los elegidos para descansar una noche junto a las momias sagradas, únicamente acompañados por la luna y por los fantasmas de Julio César, Alejandro Magno y Napoleón, las únicas personas que han logrado este hito.
Grandísima noticia para el entretenimiento, y a su vez terrible por el desmedido ego que puede otorgarle a uno de los tantos multimillonarios que juegan a ser Dios. En una época en la que ciudades como Venecia imponen restricciones económicas para los turistas, Egipto va más allá. Su gobierno ha convertido las pirámides en una suerte de fábrica de chocolate de Willy Wonka en la que solo unos pocos elegidos que posean los billetes dorados, o más bien los verdes, podrán vivir experiencias exclusivas.
Esto sienta un gran precedente en la industria de la cultura: el gobierno de un país y un youtuber han sellado un acuerdo millonario que condiciona el turismo de miles de visitantes. A cambio, la sociedad podrá contemplar la cara más íntima de las pirámides de Egipto en el canal de MrBeast. Esto abre varios interrogantes fundamentales: si lo hace en nombre del entretenimiento, ¿es moralmente lícito? ¿queda MrBeast santificado entonces? Las productoras de películas llevan incontables años desalojando zonas turísticas para grabar escenas, ¿por qué esto es distinto?

Existe un componente que distingue este caso de otros similares: la comunidad de MrBeast. Todo canal de YouTube o Twitch de éxito subsiste por una comunidad de seguidores que consume el contenido del creador. Al compartir experiencias y sensaciones tras la pantalla, se crea una relación de confianza entre los seguidores y el youtuber. Algo parecido a quienes se sienten amigos de Jennifer Aniston por ver Friends o compañeros de Cristiano Ronaldo por verle ganar una Champions.
MrBeast tiene a sus espaldas un séquito de fanáticos dispuestos a defender a su amo y señor ciegamente sin cuestionarse sus actos. Personas que no formulan un juicio propio ante este tipo de debates éticos y absorben la opinión de la comunidad, una especie de nacionalismo virtual. La devoción a la más absoluta ignorancia.
Ante la amenaza de un elitismo turístico que haga de los espacios públicos un patio de juegos para los millonarios, una porción de la sociedad se entrega religiosamente a ellos. Una estafa piramidal requiere de terceras personas que, en su ingenuidad, estén dispuestos a enriquecer a el particular que está en el pico de la estructura jerárquica. Hay que reconocer que MrBeast ha escogido el escenario perfecto para ello.
No obstante, lejos queda la inquisición como para instaurar una visión única. Es totalmente lícito estar de acuerdo con el proyecto de MrBeast, pero habiendo formulado una opinión desde el enfoque personal, y no desde los ojos de un vasallo. En un mundo donde hasta las pirámides son susceptibles de ser compradas, no pongamos en venta nuestras almas.
La figura del rockstar se ha extendido más allá de los escenarios, ahora cualquier personaje público puede causar el fervor suficiente para inhibir el pensamiento crítico. Permitámonos reflexionar, ser nuestro propio semáforo y mirar dos veces antes de cruzar. Pensar es un lujazo. Las neuronas están para amortizarlas, de lo contrario serían gajos de mandarina.
También está claro que, en términos de especulación inmobiliaria, a Ayuso le están saliendo competidores. Quién sabe, tal vez MrBeast haya escogido pasar la noche en la pirámide de Keops porque un piso en Malasaña le salía más caro. A Idealista le espera un futuro faraónico.

