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La otra electrónica

Sobre Oneothrix Point Never y la búsqueda...

El imperialismo del meme

«¡Tumtumtum sahur! ¡Bombardero crocodilo! ¡¡Ballerina Capuccina!!» gritan los niños —y no tan niños— a los que su algoritmo les ha bendecido con el famoso meme

Parece absurdo, pero esto podría tambalear los cimientos de la geopolítica internacional. Habitamos en un mundo donde lo absurdo se ha instaurado como el principal atractivo de los medios de masas. Los shitposts, o memes absurdos, han trascendido más allá de nuestra cultura, y se encuentran en todas partes. Son como el espíritu santo de internet. 

El meme se ha convertido en máquina de marketing. Empresas como KFC abrazan a los shitposts, que se ha convertido en su sello empresarial, si no que se lo pregunten a su mascota: una pieza de pollo que se llama Eduardo. Tomarse la realidad con humor y reducirla a lo absurdo es un arte tan romántico como distópico. Hecho histórico que ocurre, hecho que se registra como meme. Es el nuevo lienzo de nuestra historia.

Sin embargo, el shitpost ya está dejando de ser una moda. Ya no es un recurso atrevido o canallesco. Se ha convertido en algo canónico, mainstream. Las instituciones han coqueteado con el shitpost, las han utilizado en sus cuentas oficiales. Hace ya tiempo que el meme de «más sabe el perro sanxe por perro que por sanxe» alcanzó las puertas de la Moncloa. En la última campaña electoral, el partido Sumar, que hoy gobierna junto al PSOE, recurrió al shitpost para intentar ganarse al público joven.

Si los shitposts colorean la crudeza de la realidad y todos lo pasamos bien, ¿cuál es el problema? La democratización del shitpost ha alcanzado su punto más álgido. La cuenta de X de una de las agencias de propaganda del gobierno iraní está posteando publicaciones subidas de tono. Un torrente de clicks que está generando conversación social y, cómo no, memes. 

Recientemente uno de sus posts incendió el rebautizado Twitter. En éste aparecía un montaje de Tel-Aviv siendo bombardeado, junto con el rótulo «Coming Soon«. Enseguida aparecieron usuarios comentando «están anunciando la tercera guerra mundial como lo harían los Lakers si se clasifican a las finales de la NBA» o «parece un anuncio de un evento del Fortnite»

Otra cuenta adscrita a su gobierno, que cosecha casi dos millones de seguidores, también publica memes sobre sus operaciones bélicas. La pregunta cae por sí sola, con la fuerza de una bomba: ¿Los shitpost deshumanizan las guerras? ¿Nos hace asintomáticos a la empatía? Rotundamente no. Parece una lectura algo reduccionista. 

El humor negro ha existido desde que el mundo es mundo, solo que ahora es más explícito en redes sociales. Incluso el meme puede informar indirectamente contextualizando el conflicto en tono irónico a los usuarios. El verdadero punto a considerar es: ¿el meme ha asesinado a la formalidad en la comunicación institucional?

Uno de los placeres lúbricos del señor naranja es jactarse de personajes públicos en su cuenta de X, al igual que su divorciado Elon Musk, que no para de agitar el avispero publicando memes a cuchillo contra sus opositores.

Post en X de Donald Trump durante la campaña electoral del 2020| Fuente: @realDonaldTrump

X es la plataforma de referencia en la comunicación institucional, y la cultura del meme burlesco se está expandiendo en la red social como una mancha de aceite. ¿Podría esto condicionar a la seguridad internacional? ¿Se está convirtiendo el meme en una forma de provocación? ¿En un instrumento bélico? ¿Los memes se han cargado de pólvora?

Es la distopía absoluta. Vivimos en un meme, la vida es una simulación de los Sims FreePlay. Atravesamos una etapa de vacío legal en la que están legitimadas las descalificaciones institucionales con tono humorístico, y que la sociedad aplaude como en una suerte de pelea de colegio. Más allá de los dilemas éticos, esto tan grave como entretenido. El meme controla la narrativa, es el imperialismo de lo absurdo.

Memes y memoria histórica

La incógnita definitiva es cómo esto va a condicionar la memoria histórica. En los colegios de un futuro, ¿la generación criada en el absurdo del TumTum Sahur aprenderá historia a base de memes y TikToks? Quién sabe si el meme alcanzará la frontera de la pedagogía.

Claro está que sería una manera muy gráfica de aprender, sería una gozada poder estudiar la II Guerra Mundial con ese tipo de documentación audiovisual, ¿pero a qué precio? ¿a suscribirse a lo absurdo? En un futuro, cuando se impartan clases de historia y se expliquen las relaciones geopolíticas entre Estados Unidos e Israel, sería un sacrilegio no proyectar el TikTok producido por IA que compartió Trump parodiando un resort en Gaza. Ahora es un vídeo ridículo, en el futuro será una pieza documental necesaria para entender la historia.

Lo mismo ocurriría con los memes, reproducirlos en clase serían una excelente forma de mostrar gráficamente el sentir general de la sociedad en esos momentos.  Sería tarea difícil tratarlos como un documento gráfico, mantenerse solemne hablando de un meme de Shrek como si fuese el hombre de hombre de Vitruvio de Da Vinci. Habría que enseñar desde la distancia sin dejarse consumir por el romanticismo del meme.

Su trascendencia es implacable. Los memes están en todas partes, han hipotecado nuestro cerebro. Destacan sobre todo, tanto para bien como para mal. Son como palomas de internet: evacúan sus necesidades en color negro sobre blanco, y en blanco sobre negro.

Esto convierte al meme en un muñeco de ventrílocuo perfecto para emitir propaganda política desde la inocencia. El hecho de que las nuevas generaciones estén acostumbradas a palmear (con mucho gusto) el contenido absurdo, otro caldo de cultivo. Todo un cóctel explosivo para crear fandom encariñado de una institución, soldados ciegos que venden su alma a cambio de un meme.

Ante la monopolización de los magnates del meme, solo existe una alternativa para la que no controlen el algoritmo de la historia. Eclipsarles con memes aún más ridículos, que les reduzcan a lo absurdo. De la cosecha del pueblo, y no de las instituciones. La guerra por el control de la narrativa histórica se podría decidir en un meme de Tumtum Sahur: «Pa’ lo que hemos quedao'».

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