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Resistencia contra la extrema derecha: el caso de Irlanda podría tener los días contados

Irlanda y Malta son los únicos países de la UE donde la ultraderecha no tiene representación: ni en sus parlamentos nacionales ni en la Eurocámara.

El partido de ultraderecha Alianza Nacional toma el gobierno tras una huelga del sindicato de docentes en Irlanda. Para extender su control por el país, ha otorgado poderes especiales a la policía nacional (Garda Síochána) y a los jueces. Se trata del comienzo de una novela distópica, La Canción del Profeta (2023) de Paul Lynch, que se desarrolla en una República de Irlanda gobernada por el totalitarismo. Fuera del mundo de la literatura, el Tigre Celta ha tenido un contacto mínimo con la extrema derecha y podría mantenerlo. No es el caso de sus vecinos europeos.

Las derechas radicales han irrumpido con fuerza en el tablero político europeo. Algunas son primera fuerza, algunas gobiernan, algunas podrían gobernar. En el parlamento polaco, la agrupación Derecha Unida liderada por el partido Ley y Justicia es la lista más votada con el 35,38% de los votos. Hermanos de Italia es la principal formación del gobierno de coalición de la península itálica. En Austria aún existen dudas sobre si el Partido de la Libertad de Herbert Kickl será incluido en el nuevo gobierno. Además, en las últimas elecciones europeas estas formaciones se han fortalecido al conseguir casi uno de cada cuatro asientos de la Eurocámara. 

La excepción con matices

Irlanda y Malta son los únicos países de la UE donde no existe una extrema derecha con representación. Ni a nivel europeo ni nacional, pero con matices. Malta es un caso especial: el último país de la UE en el que el bipartidismo perfecto sigue vigente. Sin embargo, el partido de ultraderecha Imperium Europa fue la tercera fuerza más votada en las últimas europeas, aunque sin representación y con un peso del 3,59% de los votos. Por otra parte, Irlanda en sus últimas elecciones locales –del 7 junio de este año– eligió a cuatro concejales de ultraderecha. Dos de ellos pertenecen a partidos políticos: Glen Moore a Libertad Irlandesa y Patrick Quinlan al Partido Nacional. Los otros dos –Malachy Steenson y Gavin Pepper– son candidatos independientes. Su relevancia es mínima: el 0,4% de representación de un total de 949 asientos.

Vivienda e inmigración

Y eso que las dos cuestiones que han encumbrado a este tipo de derecha en otros países también son preocupantes para los ciudadanos irlandeses: la vivienda y la inmigración. Según Eurostat, el precio de los alquileres en Irlanda se ha duplicado en la última década. Es el resultado de un choque entre el aumento de la demanda de inmuebles por parte de una población en crecimiento y la escasez de viviendas disponibles. La coalición en el poder –los liberales de Fianna Fáil y los democristianos de Fine Gael– con su laissez faire no ha conseguido solucionar esta crisis.

De hecho, relacionar el problema de la vivienda con el fenómeno  de la inmigración ha sido útil para la formación antiislamista Partido de la Libertad (PVV), de Geert Wilders, que arrasó en las elecciones de Países Bajos del año pasado. Es la misma estrategia que está intentando seguir la derecha radical irlandesa. El año pasado se establecieron en el país 140.000 inmigrantes, un tercio más que en 2022. A la par, la ciudadanía ha percibido el deterioro de los servicios públicos. El descontento se ha disparado con la llegada de refugiados (100.000 personas el año pasado), que han sido destinados a hoteles, residencias o cuarteles. Es más, según la ministra de Justicia, Helen McEntee, el 80% de los solicitantes de asilo entran actualmente en el país por Irlanda del Norte –más de 6.000 personas llegadas desde principios de año– para evitar ser deportados por el Plan Ruanda del gobierno británico.

El activismo antiinmigración

”No los mete en residencias u hoteles de barrios caros de Dublín, sino que nos quita a nosotros el único que tenemos, y los trae a pueblos donde ya de por sí las aulas de las escuelas están saturadas. Faltan maestros y médicos para atender a todo el mundo”, afirma un manifestante en una protesta antiinmigración. En noviembre del año pasado, Dublín se sumió en una marea de graves disturbios tras la noticia del apuñalamiento de tres niños y una mujer por parte de un irlandés de origen argelino. 

Detrás de estas movilizaciones se encuentran las desperdigadas voces ultra, que con eslóganes como “Las vidas irlandesas importan” han dirigido el descontento social hacia los inmigrantes. En la plataforma X, el concejal recientemente elegido Gavin Pepper comenta una noticia sobre una agresión sexual con el hashtag “#IrelandisFull” (“Irlanda está llena”).

En los marcos de la ultraderecha

Este activismo antiinmigración ha conseguido derechizar la política irlandesa. El gobierno nacional ha endurecido las normas con medidas como la reducción de las ayudas sociales. El más afectado es el principal partido de la oposición y la fuerza más votada, el partido de izquierdas nacionalista Sinn Féin, que debe hacer malabares entre su electorado de clase obrera preocupado por la inmigración y sus votantes jóvenes y progresistas. “Los estados nacionales pueden y deben gestionar sus fronteras y no creemos en una política de fronteras abiertas”, afirma el diputado de este partido Pa Daly en el Dáil Éireann, el parlamento nacional. La respuesta difusa y titubeante de la izquierda ante la crisis migratoria ha resultado en un descenso al cuarto puesto en las elecciones europeas, detrás de los denominados Independientes y Otros.

Precisamente en Independientes y Otros es donde la ultraderecha irlandesa ha tenido su posible mayor trampolín a la representatividad parlamentaria hasta la fecha. Este grupo se compuso para las europeas por una masa heterogénea de candidatos independientes, con activistas antiimigración como Malachy Steenson, que consiguió ser concejal. Los sondeos pronosticaban que el grupo podría llegar a ser la primera fuerza. Sin embargo, debido al sistema de voto único transferible (el voto se asigna al primer candidato seleccionado por el elector, si este ya ha sido elegido o eliminado, el voto se transfiere a la siguiente opción escogida por el votante) los apoyos se han diluido entre los candidatos. Solo consiguieron escaño Michael McNamara y Luke Ming Flanagan, para los liberales de Renovar Europa y La Izquierda, respectivamente.

Una bancada vacía

Por tanto, una de las razones por las que la ultraderecha no está representada en el Dáil Éireann es porque no existe una ultraderecha propiamente formada. Su espacio en el espectro político irlandés se encuentra huérfano, ya que las principales formaciones de derecha son liberales, lo que deja el campo libre a nuevas personalidades. Los partidos que podrían ocupar este espacio –Libertad Irlandesa y Partido Nacional– son minoritarios y solo cuentan con un concejal electo cada uno. Tampoco existe un liderazgo definido, para las europeas había varios candidatos independientes que se disputaban el primer puesto en un grupo heterogéneo ideológicamente. 

Se puede creer que, al ser Irlanda un país de emigrantes, exista cierta empatía entre la ciudadanía hacia los extranjeros. Es más, la población podría ser menos sensible a la pérdida de calidad de los servicios públicos al seguir el modelo anglosajón del Estado de Bienestar, en el que la protección social es menor que en otros casos. Sin embargo, también es una sociedad muy católica con cierto resquemor a temas progresistas: un tercio de la población se opuso a los referéndums de la legalización del matrimonio igualitario (2015) y del aborto (2018). 

Por otra parte, se suele afirmar que los países en crisis suelen ser el caldo de cultivo perfecto para opciones radicales. No obstante, los países que más sufrieron la crisis de los 90 según los datos de desempleo de Eurostat –España, Irlanda y Finlandia– no tuvieron partidos de extrema derecha entre el periodo de 1990 y 2013 (en Finlandia sí, pero más tarde). En la crisis de 2008 ocurre lo mismo en Irlanda. Por el contrario, los países con mayor éxito de la extrema derecha en ese periodo (Francia, Austria, Bélgica, Holanda y Dinamarca) son los que menos han padecido las crisis en Europa.

Posible adelanto electoral

“La posición de la extrema derecha en la política irlandesa es en realidad muy débil. Hacen más ruido que otra cosa”, afirma Dick Roche, exministro irlandés para asuntos europeos con Fianna Fáil y experto en encuestas. Por ahora con apenas fuerza, pero con el objetivo puesto en unas elecciones generales las cuales se prevé su adelanto a finales de año.

En el plano de los comicios más próximos en Europa, los sondeos predicen el freno de la ultraderecha tras la victoria en septiembre en Austria. No parece que vaya a conseguir asientos en las elecciones de este mes en Lituania. En Bulgaria, los sondeos predicen la estabilización del partido ultra Renacimiento con alrededor del 13% de los votos. Por último, en Rumanía la formación Alianza para la Unión de los Rumanos puede repetir como tercera fuerza más votada.

Irlanda se encuentra sumida en una crisis de vivienda e inmigración con unas políticas gubernamentales ineficaces para la ciudadanía. Un país de tradición católica, pero también liberal y emigrante, en el que voces dispersas instrumentalizan el malestar de la población. Para las siguientes elecciones no parece que vaya a haber sorpresas con la ultraderecha, después de dos comicios en julio con escasa repercusión. Sobre todo si los pronósticos se cumplen y se adelanta la cita: pillaría a candidatos y formaciones con el pie cambiado. Sin embargo, en Europa algunas formaciones caen, otras se estabilizan y otras arrasan en sus parlamentos. Por el momento, La Canción del Profeta de Paul Lynch, seguirá siendo una novela y no una premonición.

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