Se cumplen cien días con Trump al frente de la Casa Blanca, otra vez
Cien días después de su llegada a la Casa Blanca para un segundo mandato, Donald Trump ha conseguido alterar de nuevo el panorama global. Su retorno al Despacho Oval no ha sido discreto. Entre sus primeras medidas se encuentra la puesta en marcha del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), creado junto a Elon Musk. Su objetivo: desmantelar la burocracia federal.
En política exterior, Trump ha actuado con rapidez y sin filtros. Alcanzó acuerdos con gobiernos latinoamericanos para facilitar deportaciones masivas. En El Salvador, cientos de migrantes han sido recibidos en cárceles sin proceso judicial. En el conflicto entre Rusia y Ucrania, propuso un marco de paz que incluye concesiones a Moscú. El gobierno ruso lo ha recibido con entusiasmo.
El mayor giro ha sido el inicio de una guerra comercial con China. Se impuso una tarifa del 145 % a la mayoría de productos chinos. La medida desató preocupación global. En solo tres meses, Trump ha agitado la economía internacional, fracturado alianzas y revitalizado su estilo belicoso.
El mapa mental de Trump
¿Cuál es el rasgo definitorio del enfoque del segundo mandato de Trump respecto a los asuntos mundiales? En contra de la opinión generalizada de que el presidente es completamente impredecible, hay una visión fiable del mundo que subyace a su política exterior y que consta de tres pilares principales.
En primer lugar, Trump cree en el America First, que es más que un eslogan. Mientras que el expresidente Joe Biden dividía el mundo entre democracia y autocracia -y algunos expertos en política estadounidense hablan de aliados frente a adversarios o de mundo desarrollado frente a mundo en desarrollo-, el mapa mental de Trump traza la línea divisoria global clave entre Estados Unidos y todos los demás. En su opinión, Estados Unidos está separado.
El segundo pilar de Trump es que Estados Unidos está siendo estafado. Washington soporta demasiada carga del liderazgo mundial. Los anteriores presidentes fueron tontos o débiles y permitieron que tanto adversarios como aliados se aprovecharan de la riqueza, el poder y la buena voluntad de Estados Unidos. Los resultados, en su opinión, son acuerdos comerciales injustos, aliados aprovechados y fronteras abiertas que facilitan el flujo de drogas y delincuentes de otros países. Trump considera que su trabajo como presidente es corregir estos errores y conseguir un mejor acuerdo para el pueblo estadounidense.
En tercer lugar, el método para corregir estos desequilibrios globales es escalar para desescalar. Como escribe Trump en The Art of the Deal, su estrategia de negociación preferida gira en torno a las amenazas y las exigencias extremas para desequilibrar a su interlocutor y, en última instancia, hacer que se arrastre a la mesa para llegar a un acuerdo.
Aunque sus decisiones pueden parecer caóticas, estos tres ejes permiten anticipar su comportamiento. En los próximos tres años, seguirán guiando su política exterior.
El fracaso de una guerra comercial
El segundo mandato de Trump comenzó con promesas de transformar las reglas económicas globales bajo su lema, el America First. Nombró figuras radicales y sin experiencia previa para liderar la política económica. La apuesta era clara: lograr lo que su primer gabinete no pudo.
Sin embargo, el resultado ha sido negativo. Las amenazas iniciales se tradujeron en aranceles duros que, más tarde, se revirtieron con rapidez. La volatilidad sacudió los mercados y dañó la confianza en el liderazgo económico de EE.UU.
A diferencia de su primer mandato, en el segundo no cuenta con figuras como Robert Lighthizer. Este veterano representante comercial quedó fuera por considerarse “demasiado temeroso” para las ambiciones de Trump. En su lugar, la nueva administración ha actuado de forma caótica.
Trump amenazó con aranceles del 100 % a los países BRICS si reducían el uso del dólar en transacciones. También aplicó y luego levantó tarifas a México y Canadá. Amplió las tasas al acero, aluminio y automóviles.
El golpe final fue el anuncio de los “aranceles recíprocos”. La fórmula usada fue tan rudimentaria que provocó el desplome de bolsas y bonos. El mundo empresarial se pregunta ahora si la Casa Blanca tiene un plan o simplemente improvisa.
La ultraderecha europea pierde con Trump
Trump evitó de momento una guerra comercial abierta con la Unión Europea. Pero los daños están hechos. Las tensiones con líderes europeos, los insultos y las amenazas han dejado heridas profundas.
Una encuesta realizada en marzo en nueve países europeos reveló que el 63 % considera que Trump hace del mundo un lugar menos seguro. Un 51 % incluso lo ve como enemigo de Europa. Las opiniones más negativas se registraron en aliados tradicionales como Dinamarca y Países Bajos.
Esta percepción pública tiene efectos políticos. Partidos de ultraderecha que antes celebraban a Trump ahora enfrentan retrocesos. En Hungría, Viktor Orbán ha perdido apoyo. Lo mismo ocurre con Geert Wilders en Países Bajos. En España, Vox se mantiene estable, pero sin crecimiento.
La alianza ideológica con Washington se ha enfriado. El entusiasmo inicial por un Trump que desafiaba a Bruselas ha dado paso a la cautela. Incluso figuras como Marine Le Pen han ignorado sus llamamiento a «liberarla» tras ser condenada por corrupción. El respaldo de Trump ha dejado de ser útil.
Trump no gana terreno en Oriente Medio
En sus primeros cien días, Trump buscó proyectar fuerza en Oriente Medio. Ordenó ataques para frenar a los rebeldes hutíes en el Mar Rojo y proteger a Israel. No obstante, sus acciones no han generado resultados duraderos.
Logró imponer un alto el fuego entre Israel y Hamás, negociado inicialmente por Joe Biden. Sin embargo, su equipo no ha sabido capitalizar ese avance. Su emisario, Steve Witkoff, carece del peso político necesario para consolidar una paz duradera.
En Gaza, la Casa Blanca respalda una ofensiva israelí destinada a presionar a Hamás para liberar rehenes. La operación es polémica y ha generado rechazo internacional.
En el caso de Irán, Trump mantiene una retórica agresiva. Pero, en la práctica, evita el uso de fuerza. Exige el fin del programa nuclear y la retirada de misiles y fuerzas aliadas. Sin embargo, el diálogo inicial con Teherán mostró que esas demandas no tienen futuro.
La administración parece ahora dispuesta a volver al viejo acuerdo nuclear de 2015, el JCPOA -que rompió en 2018-. Tal vez lo rebautice como su propio logro. Aunque podría reducir tensiones, también le ofrece un respiro a un régimen que ha violado sistemáticamente derechos humanos.
Cien días derribando instituciones y oponentes
Trump ha dedicado buena parte de su segundo mandato a enfrentarse con quienes considera enemigos. En su lista están los bufetes, las universidades, los medios, el poder judicial, los burócratas y gobiernos extranjeros.
Este ataque va más allá de la revancha. Tiene una función estratégica: debilitar a quienes podrían oponerse a su agenda. Su objetivo es imponer un nuevo orden centrado en el proteccionismo, la bajada de impuestos y la reducción del aparato estatal. Solo los jueces federales han resistido con firmeza. Por ahora, representan la última línea de defensa frente a una presidencia cada vez más agresiva.
Sin embargo, el verdadero contrapeso sigue siendo político. Si los republicanos dejaran de apoyarlo, su posición se debilitaría. Y si los demócratas lograran articular una narrativa efectiva, podrían arrebatarle el control legislativo en 2026.
Por lo pronto, Trump sigue avanzando. Intimida, sanciona y descarta a quienes se interponen en su camino. La democracia estadounidense se enfrenta a una prueba de resistencia como pocas veces en su historia reciente.
Las políticas de Trump dan cobertura a los errores de China
Desde Pekín, el segundo mandato de Trump se percibe como una confirmación de su visión estratégica. Xi Jinping sostiene que el mundo atraviesa una transformación sin precedentes. Las acciones de Trump, desde su retorno al poder, refuerzan esa idea.
A diferencia de Europa, China se preparó para el conflicto. Desde 2018, sus autoridades han reforzado cadenas de suministro, promovido mercados alternativos y diseñado regulaciones para resistir sanciones externas.
El gobierno chino también ha acelerado el uso del yuan en transacciones internacionales. La invasión rusa a Ucrania y las sanciones que le siguieron empujaron aún más a China hacia la autosuficiencia.
Las decisiones de Trump sirven como cobertura política. Xi puede corregir errores sin perder autoridad. La narrativa oficial promueve el patriotismo y llama a empresarios a alinearse con los objetivos del Partido Comunista, incluso si eso implica sacrificios. En lugar de debilitar a China, la política de Trump podría estar fortaleciéndola. No en lo económico a corto plazo, pero sí en su cohesión interna y preparación para el futuro.

